"El Trastorno de Ansiedad Generalizada
(TAG) se caracteriza por un patrón conductual de preocupación excesiva y
recurrente sobre cualquier cosa o acontecimiento de la vida cotidiana. La
persona que padece este trastorno tiene mucha facilidad para preocuparse por
muchas cosas y una gran dificultad para controlar estas preocupaciones."
Siempre pensé que los problemas de la mente eran total y
completamente controlables, ¡vaya! es tu mente, tu cabeza ¿quién más que uno
mismo va a ser capaz de manipularla? Creía que el hecho de necesitar ayuda
psicológica o psiquiátrica era para personas o muy desquiciadas o muy débiles,
tanto, que no tenían la fuerza ni la inteligencia para decirle que hacer o no a
su cerebro.
Hace unos meses entendí que no, que las cosas no son así, que
todos (al menos todos los que contamos con un cerebro) estamos expuestos a no
poder controlar nuestras acciones y reacciones, a preguntarnos qué es lo que
nos está pasando sin tener una clara respuesta, a padecer una enfermedad o un
trastorno mental y requerir la ayuda de un profesional.
Imagínate que el simple ruido que hace el aire te asuste, que
la normal y cotidiana acción de salir de tu casa te preocupe, que sientas que
el corazón se escapa de tu cuerpo cada vez que pasas abajo de puente porque
juras que te caerá encima.
Estoy hablando de una excesiva facilidad de sentir miedo,
pavor, angustia y hasta terror por cosas, situaciones o actividades que antes
eran completamente normales.
Las personas que padecemos TAG vivimos, en contra de nuestra
voluntad, en un estado de preocupación y tensión constante habiendo o no alguna
causa aparente.
Pero ¿Qué es lo que lo produce? ¿Por qué después de llevar
una vida normal por tantos años, ahora hay que vivir con un padecimiento de
este tipo, tal vez, toda la vida? Puede ser que la razón sea algún acontecimiento
traumático, una enfermedad o nuestra propia personalidad, no lo sé, el hecho es
que existe, que aunque las estadísticas se refieran a un 5 % de enfermos al año
a nivel mundial, es posible que sean más ¿Cuántas personas no estarán enfermas
y no lo saben? ¿Cuántas más no tienen acceso a atención médica? Y ¿Cuántas
otras son las que se niegan a padecer algún desequilibrio mental?
Las alertas están ahí, las ganas de no salir de la cama o el
llanto injustificado, la irritabilidad constante y, a veces, las ganas de morir
NO SON NORMALES, no si se presentan varias veces al día, no si nos sorprendemos
haciendo o pensando algo que jamás había ocurrido.
Definitivamente creo que lo más importante es aceptarlo y no
juzgar ni a ti mismo, ni a los demás. Ahora entiendo que padecer una enfermedad
mental no significa que deban ponerte una camisa de fuerza y llevarte directo
al manicomio, no es así, es algo completamente normal.
Vivimos en un mundo
en el que la mayoría de las personas estamos estresadas y presionadas por el
trabajo, la familia, la sociedad, el dinero y un sin fin de factores que
afectan nuestra salud emocional y mental.
Recientemente un especialista me dijo que quienes estamos en
esta situación, no debemos intentar que las personas que nos rodean entiendan
que es lo que nos sucede, ya que, en pocas palabras es un desgaste y perdida de
tiempo, porque lo más seguro es que no lo harán, sin embargo, es importante no
tomarlo como algo personal, simplemente es difícil que los demás comprendan que
frases como "Tranquilízate", "Cálmate", "No pasa
nada", "No exageres" no ayudan ni logran el objetivo que ellos
buscan, al contrario, llegan a ser molestas y pueden desatar una furia
incontrolable.
Créanme, una crisis de ansiedad no es algo que uno provoque,
no es un pretexto para gritarle a quienes estén cerca, no ir a trabajar o
quedarse encerrado en casa, simplemente sucede y ahí estará, no
sabemos por cuanto tiempo, tal vez sean sólo unas cuantas
horas pero también pueden durar varios días o hasta meses.
Por fortuna debemos agradecerle a la ciencia que existen los
medicamentos, las terapias y los médicos que están para hacer menos difícil la
vida de un enfermo mental y de quienes lo rodean, ya que le permiten
disfrutarla en vez de sufrirla.
Foto: Katie Joy Crawford
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