miércoles, 7 de octubre de 2015

El cerebro, un órgano que también puede enfermarse


"El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) se caracteriza por un patrón conductual de preocupación excesiva y recurrente sobre cualquier cosa o acontecimiento de la vida cotidiana. La persona que padece este trastorno tiene mucha facilidad para preocuparse por muchas cosas y una gran dificultad para controlar estas preocupaciones."



Siempre pensé que los problemas de la mente eran total y completamente controlables, ¡vaya! es tu mente, tu cabeza ¿quién más que uno mismo va a ser capaz de manipularla? Creía que el hecho de necesitar ayuda psicológica o psiquiátrica era para personas o muy desquiciadas o muy débiles, tanto, que no tenían la fuerza ni la inteligencia para decirle que hacer o no a su cerebro.

Hace unos meses entendí que no, que las cosas no son así, que todos (al menos todos los que contamos con un cerebro) estamos expuestos a no poder controlar nuestras acciones y reacciones, a preguntarnos qué es lo que nos está pasando sin tener una clara respuesta, a padecer una enfermedad o un trastorno mental y requerir la ayuda de un profesional.

Imagínate que el simple ruido que hace el aire te asuste, que la normal y cotidiana acción de salir de tu casa te preocupe, que sientas que el corazón se escapa de tu cuerpo cada vez que pasas abajo de puente porque juras que te caerá encima.

Estoy hablando de una excesiva facilidad de sentir miedo, pavor, angustia y hasta terror por cosas, situaciones o actividades que antes eran completamente normales.

Las personas que padecemos TAG vivimos, en contra de nuestra voluntad, en un estado de preocupación y tensión constante habiendo o no alguna causa aparente.

Pero ¿Qué es lo que lo produce? ¿Por qué después de llevar una vida normal por tantos años, ahora hay que vivir con un padecimiento de este tipo, tal vez, toda la vida? Puede ser que la razón sea algún acontecimiento traumático, una enfermedad o nuestra propia personalidad, no lo sé, el hecho es que existe, que aunque las estadísticas se refieran a un 5 % de enfermos al año a nivel mundial, es posible que sean más ¿Cuántas personas no estarán enfermas y no lo saben? ¿Cuántas más no tienen acceso a atención médica? Y ¿Cuántas otras son las que se niegan a padecer algún desequilibrio mental?

Las alertas están ahí, las ganas de no salir de la cama o el llanto injustificado, la irritabilidad constante y, a veces, las ganas de morir NO SON NORMALES, no si se presentan varias veces al día, no si nos sorprendemos haciendo o pensando algo que jamás había ocurrido.

Definitivamente creo que lo más importante es aceptarlo y no juzgar ni a ti mismo, ni a los demás. Ahora entiendo que padecer una enfermedad mental no significa que deban ponerte una camisa de fuerza y llevarte directo al manicomio, no es así, es algo completamente normal. 

Vivimos en un mundo en el que la mayoría de las personas estamos estresadas y presionadas por el trabajo, la familia, la sociedad, el dinero y un sin fin de factores que afectan nuestra salud emocional y mental. 



Recientemente un especialista me dijo que quienes estamos en esta situación, no debemos intentar que las personas que nos rodean entiendan que es lo que nos sucede, ya que, en pocas palabras es un desgaste y perdida de tiempo, porque lo más seguro es que no lo harán, sin embargo, es importante no tomarlo como algo personal, simplemente es difícil que los demás comprendan que frases como "Tranquilízate", "Cálmate", "No pasa nada", "No exageres" no ayudan ni logran el objetivo que ellos buscan, al contrario, llegan a ser molestas y pueden desatar una furia incontrolable.

Créanme, una crisis de ansiedad no es algo que uno provoque, no es un pretexto para gritarle a quienes estén cerca, no ir a trabajar o quedarse encerrado en casa, simplemente sucede y ahí estará, no sabemos por cuanto tiempo, tal vez sean sólo unas cuantas horas pero también pueden durar varios días o hasta meses.

Por fortuna debemos agradecerle a la ciencia que existen los medicamentos, las terapias y los médicos que están para hacer menos difícil la vida de un enfermo mental y de quienes lo rodean, ya que le permiten disfrutarla en vez de sufrirla.





Foto: Katie Joy Crawford


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