miércoles, 3 de febrero de 2016

¿Y tú de qué te quejas?





Parece ser una costumbre incontrolable de los seres humanos el juzgarnos, criticarnos y hasta condenar nuestras acciones o, incluso, las del resto de las personas, su apariencia y el mundo que nos rodea y no ver lo que está en nosotros cambiar.

¿Y cómo no hacerlo si es tan fácil? Es verdaderamente sencillo criticar a quienes no piensan igual que nosotros o como nosotros quisiéramos, hablar mal del vecino por el tipo de amistades que lo frecuentan, quejarnos del horrible país y mundo en el que vivimos y, además, echarle la culpa al gobierno de todo. Pero ¿Por qué deberíamos dejar de hacerlo, qué nos lo impide?

Lo cierto es que nada, somos libres de hacer y pensar lo que queramos, sin embargo, el ser personas que vivimos y convivimos con una sociedad, deberíamos analizar un poco más lo que nos molesta y antes de creer que es culpa de todo el mundo, pensemos si la solución podemos darla nosotros o si lo que tanto nos fastidia de los demás, es algo que nosotros también hacemos.

 Es decir, cómo podemos quejarnos…

…De que no llegamos a tiempo al trabajo o a la escuela por el maldito tráfico… si somos nosotros los que despertamos treinta minutos o una hora tarde y cuando salimos hay más tráfico del que habría si hubiéramos salido a la hora que debíamos.

…De nuestro empleo o de nuestro sueldo… si no hacemos nada por conseguir algo mejor, nos encanta no movernos de nuestra zona de confort y seguimos sin arriesgarnos.

…De lo mal que hacen los demás sus deberes… sin preguntarnos qué tan bien los hacemos nosotros ¿Damos los resultados que los demás esperan que demos? ¿Nos satisface lo que hacemos?

…De los comerciantes ambulantes que obstruyen salidas y pasos peatonales en muchas partes del país… si no dejamos de consumir sus productos por más mal hechos que estén.

…De que las calles no son seguras y en cualquier momento alguien nos puede asaltar… si nunca nos atrevemos a denunciar porque nos da flojera perder el tiempo en una delegación y justificarnos con el típico “Para qué si no servirá de nada”.

…Del maldito Chapo y toda la bola de narcotraficantes que le hacen tanto daño al país… si -tal vez- nosotros, nuestros amigos y conocidos, somos algunos más de todos los consumidores del mundo y lo único que hacemos es fomentar este tipo de comercio.

…De que los religiosos creen y ponen su vida en manos de alguien que no existe… si nos decimos ateos y todo el día nos la pasamos hablando de Dios (sí, de su inexistencia, pero al fin de cuentas eso es hablar de él).

…De que algunas personas no van a misa todos los domingos… si aunque nosotros vayamos no ponemos en práctica lo que escuchamos durante una hora cada domingo.
…De que nuestros hijos no se portan bien… si la solución para que obedezcan es comprarles una tableta o cualquier otro dispositivo.

…De que nuestros hijos nos ignoran y van mal en la escuela… si nunca les dedicamos tiempo para platicar y saber qué les gusta y qué no, qué desean y qué no.

…De que nuestros hijos hablan con groserías… si nosotros no lo hacemos de otra forma.

…De que nuestros hermanos o padres no nos prestan atención… si nosotros jamás les preguntamos cómo va su vida, si nunca salimos a tomarnos un café con ellos.

…De que nuestra pareja no nos dice las suficientes veces cuánto nos ama… si nosotros sólo esperamos recibir y nos olvidamos de dar.

…De que la persona con la que compartimos nuestra vida nos maltrata… si no nos separamos, no nos quejamos de forma legal  y para colmo sentimos que “aún así” lo (o la) amamos.

…De que no nos gusta nuestro cuerpo, de que nos sentimos gordos o flacos, pero no hacemos nada por cambiar nuestros hábitos de alimentación o de ejercicio.


Por supuesto habrá situaciones que no estén en nuestras manos cambiar o corregir, pero seguramente habrá muchas otras que sí, tal vez si fuéramos mucho más coherentes con los que hacemos, pensamos y decimos, habría menos quejosos en el mundo.


Gaby Romo